Fabio Bórquez nos explica su trabajo "Almas alemanas"
"Hace algunos años, Baudrillard advertía en el arte una tendencia hacia la “alta definición”, en sus palabras: “la perfección inútil de la imagen”. A fuerza de ser real, a fuerza de producirse en tiempo real, esta perfección iría restando poder a la mágica ilusión.
Lector o no de Baudrillard, Borquez logra reponer esta ilusión, y lo paradójico es que lo hace, consigue con fotografías de personas reales - y por ello imperfectas -, pero que se muestran en una dimensión extra: una proyección sobre sus cuerpos.
Las fotografías de estas “almas alemanas” incentivan aquello que por momentos el arte, o tal vez el observador parecieran haber perdido: la contemplación. La misma que los filósofos griegos cultivaron, y que en el “consumo artístico” actual pareciera haberle cedido su lugar -de privilegio- a las prestigiosas autorías, materiales desechados reciclados e imágenes cotidianas redimidas.
El objeto no es volátil ni efímero, es en todo caso una presencia tangible que dispara interrogantes: ¿somos la imagen que nos devuelve el espejo o la impresión que dejamos en la conciencia de los demás?; ¿somos lo que nosotros mismos queremos ser o lo que nos falta para serlo?; ¿qué tanto tenemos de transparentes y qué otro tanto de acertijo? Y así hasta el infinito, o hasta que llegue la cuenta, en la mesa del bar de la esquina; y para reincidir, alguna otra vez.
Una imagen, cualquiera, tiene por costumbre retomar elementos nuestro mundo, con la condición vital de que algo esté ausente: de ahí el enganche, la seducción. Los hombres y mujeres que Borquez fotografía se recubren de imágenes que trascienden los límites que los cuerpos parecen imponer. Fachadas, ángeles, dioses, relojes, estructuras, santos, cruces que representan figuras conocidas pero esconden también su procedencia, sus sentidos y vínculos con las figuras.
Podemos pensar entonces que las imágenes de Borquez no resuelven el problema de la identidad a la manera de los iconóclastras, -que disimulaban el problema de la existencia de Dios con sus representaciones- más bien son imágenes que se funden con la persona para crear esa ilusión.
El artista retoma la eterna paradoja del conocimiento: siendo objeto y sujeto de naturaleza diferente, y por tanto en apariencia incompatibles, ¿es posible entonces el conocimiento?
Y le da una vuelta de tuerca extra, cuando vuelve objeto al sujeto; ahora será el sujeto intentando aprehender al sujeto, ¿es esto posible? Bien vale la pena hacer el intento y lanzarse a la contemplación".
Toda la exposición en TERRAdeNINGU.com
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